Cuidado con la Electrónica cabreada

Cuidado con la electrónica cabreada

Por: Luis González López lgonzalez_280@hotmail.com España.

Hace años estaba recibiendo un curso de título rimbombante: “Formación de formadores en Seguridad Integrada”.

Cada uno de los participantes en este curso teníamos que dar una conferencia que se correspondiese con nuestro tema, mi conferencia versó sobre “La electrónica cabreada”; me he acordado de ella porque en alguno de los foros alguien le respondía a otro compañero que cortocircuitase los terminales de un condensador electrolítico de gran capacidad.

Esto que (como es de desear) puede ser una maniobra inofensiva, también entraña una serie de riesgos: el interfecto (el que provoca el “corto”) puede sufrir como mínimo una conjuntivitis debida al arco que se forma, puede recibir quemaduras importantes por proyección de los materiales incandescentes que se forman en el “chispazo”, y puede que, si no extrema las precauciones, reciba una descarga que le provoque importantes lesiones porque, para aquellos y aquellas que no lo sepan, el condensador tiene la particularidad de que hace de golpe su descarga (entrega casi instantáneamente la carga que tiene almacenada, por eso se hace el chispazo).

Esta carga puede ser de unos cuantos amperios y el cuerpo humano corre peligro con descargas superiores a los 4 miliamperios.

Creo que es importante que os explique un poco el tema de mi conferencia porque: a los que ya nos manejamos en estos menesteres de la electrónica nos servirá para recordar que el riesgo está ahí, y aquellos (o aquellas) que comienzan aprenderán algo nuevo y es que la electrónica también tiene sus riesgos.

Comenzaba la conferencia diciendo que los electricistas (eran todos eléctricos menos yo)  nos consideran a los electrónicos como sus hermanos pequeños porque nosotros trabajamos con corrientes muy pequeñas. Decía que la mayor parte de los eléctricos tienen la concepción de que los electrónicos recogemos las gotas de electricidad que a ellos se les caen de los calderos.

Hoy esto no es así, los eléctricos con sus máquinas estáticas (transformadores, bobinas, etc.) o dinámicas (alternadores, dinamos,…) no han llegado a manejar más que unos pocos miles de voltios y bastantes cientos de amperios. Los electrónicos (con las válvulas conocidas como tiratrones) estamos manejando, en los satélites, giga voltios y miles de amperios, por lo que ¿quién es el hermano pequeño?

Pero los satélites nos quedan muy lejos, bajemos a la tierra, a nuestro mundo cotidiano y hagámonos una pregunta ¿quién ha conseguido meter en las viviendas tensiones de miles de voltios?: los electricistas no han sido, hemos sido los electrónicos porque necesitamos tensiones de, como mínimo 20 kilovoltios, para que todos podamos disfrutar del invento de la televisión. De acuerdo que estas grandes tensiones implican muy poca intensidad (que es lo que realmente quema) pero el riesgo está presente en este tipo de aparatos.

Y ya que hablo de la televisión, en aquella época del curso, se había suscitado (de nuevo) el tema de sí, una televisión podía realmente implotar [1] *. Un matrimonio francés había muerto porque, al parecer, había implotado su televisor. Hoy los TRC´s (Tubos de Rayos Catódicos o Pantalla) vienen sumamente protegidos para que este hecho no se produzca; pero el riesgo, la bomba de relojería, la seguimos teniendo en casa. Los que hemos trabajado en los talleres recibimos más de un susto cuando sentimos “respirar” algún tubo de vacío (como es el TRC) porque pensamos en las posibles consecuencias.

No tengo que recordar que los electrónicos trabajamos, preferentemente, con tensiones y corrientes continuas. Si, sobre el cuerpo humano, los efectos de una corriente alterna pueden ser mortales, los de una corriente continua son mortales por necesidad.

La explicación estriba en que una corriente alterna (como ya debemos saber) en algún momento pasa por cero y el accidentado se puede soltar; la única forma que hay para soltar a alguien que se ha quedado “enganchado” a una línea con corriente continua es cortar la corriente.

Las tensiones con las que solemos trabajar los electrónicos suelen ser relativamente pequeñas (salvo determinados casos, como el del TRC y otros), las corrientes de control suelen ser también pequeñas; pero en las etapas de potencia y alimentación (por poner dos ejemplos), aunque las tensiones sean pequeñas, las intensidades pueden llegar a unos cuantos amperios y, recordemos de nuevo, que el cuerpo humano puede resultar dañado con intensidades superiores a los 4 mA.

La primera práctica que ponía a mis alumnos en el tema de los condensadores electrolíticos consistía en hacer explotar un condensador. Si en todas las prácticas solía estar atento, en esta extremaba las precauciones por las posibles consecuencias. Les comentaba a los alumnos cómo, por un error en un esquema de montaje, el condensador electrolítico que utilizaba de filtro, la fuente de alimentación de un televisor me explotó y la carcasa fue a pegarme en una pierna; estuve con el moratón durante muchos días.

El aula donde daba los cursos tenía en su falso techo muestras de lo que suponían estas explosiones (estaba agujerado en muchos puntos) pues si bien la práctica se hacía con condensadores pequeños, alguno (a mis espaldas)  ponía algún condensador con más capacidad y el “petardazo” lo pagaba el techo.

Podía poner más ejemplos y más riesgos que implica el manejo de la electrónica: riesgo con los ácidos que portan elementos como las baterías, riesgo de ceguera y quemadura por los rayos láser de algunos dispositivos, …. pero no voy a extenderme más con el fin de no aburrir.

Para aquellos y aquellas que leáis esto, no pretendo “meteros el miedo en el cuerpo”. La electrónica, como todo, no implica riesgos si somos conscientes de lo que estamos haciendo. Ante una duda es mejor preguntar y asesorarse antes de que las consecuencias puedan ser desastrosas. Para los (y las) que seáis nuevos en este campo: ¡Bienvenidos al apasionante mundo de la electrónica!. Eso sí, poned mucho cuidado con “la electrónica cabreada”.

Un saludo.

[1] La implosión es lo contrario de una explosión y sus efectos, según dicen, son más devastadores.

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